El muro infinito

Un discípulo entrenaba saltando un muro del jardín cada mañana.
—Cuando logre pasar sin esfuerzo, seré libre —decía.

Pasaron meses. El muro parecía cada vez más alto.
Un día, exhausto, se dejó caer al otro lado… y vio que estaba en el mismo jardín.

El maestro lo esperaba allí.
—Nunca hubo muro —dijo—. Solo la costumbre de escalar.

En "El muro infinito", un discípulo descubre que el obstáculo que intenta escalar no tiene final, hasta que su maestro le revela que nunca necesitaba superarlo.

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